Mi interés por conocer esta
historia surgió cuando leí un precioso librito titulado “Días de Reyes Magos”,
del autor Emilio Pascual, del que se ha extraído la frase cabecera de este blog . Esta obra fue de lectura obligada durante el curso de
Bachillerato, y en ella descubría un conmovedor relato que servía como conducto
para hacer un tributo a grandes obras de la literatura. Entre otras, se hacía
referencia a “El club de los Poetas Muertos”, y el mero título, tan enigmático
y cautivador, captó inmediatamente mi atención. Ahora he tenido la oportunidad
de leer este relato y no ha sido en absoluto decepcionante.
Nos situamos a finales de la
década de los 50, en Vermont, Estados Unidos. Un nuevo curso se inicia en el
colegio Welton, una institución que solo admite a chicos entre sus estudiantes.
El método pedagógico de la escuela se basa en cuatro pilares: la tradición, el
honor, la disciplina y la excelencia. El resultado de semejante declaración de
intenciones es un colegio exageradamente estricto y uniformador, que además
carga a los alumnos con una cantidad de trabajo inacabable para prepararlos
para las mejores universidades del país. Los alumnos de Welton proceden de
familias ricas en su mayoría, pero también de familias de clase media que
vuelcan todas sus esperanzas para el futuro de sus hijos en el prestigio del
colegio. Estos chicos tienen el futuro escrito por las decisiones que han
tomado sus padres en relación a su educación, y poco tienen que decir en cuanto
a qué quieren dedicar el resto de sus vidas. Sin embargo, esta falsa calma se
va a ver interrumpida con la llegada de un innovador maestro, el profesor John
Keating, del departamento de Letras y antiguo alumno del colegio Welton. El
profesor Keating es un educador poco ortodoxo, que rompe la disciplina y la
sobriedad del colegio con clases magistrales sobre la utilidad de la poesía y
el sentido de la vida. Se acerca de forma personal a sus alumnos,
conociéndoles, y trata de sacar lo mejor de ellos para convertirlos en lo que,
según él, todo ser humano debe soñar con ser: personas libres y pensantes.
El Club de los Poetas Muertos se
trataba de una agrupación clandestina de personas amantes de la literatura y la
vida, y que deseaban alejarse de la perspectiva de Welton. El profesor Keating
fue uno de sus miembros en sus años de estudiante, un hecho que uno de los
alumnos descubre. Junto con otros compañeros, deciden reabrir el club, como un
acto de rebeldía contra el esforzado control que la dirección del colegio trata
de hacer de todas las actividades de sus alumnos. Se reúnen de forma espontánea
en una cueva del bosque cercano a los terrenos del colegio, y simplemente dan
rienda suelta a sus ganas de hablar, de leer poesía y de planear sus pequeñas
travesuras fuera del colegio. El nombre se debe a que recorren aleatoriamente
las obras de diferentes autores ya desaparecidos.
El mensaje que lanza el profesor
Keating es realmente conmovedor, e inspira más allá de lo imaginable. No es que
sea algo nuevo, al fin y al cabo el lema “carpe diem” tiene una larga tradición
en la literatura, pero en el contexto en que se inscribe resulta un soplo de
aire tan fresco que remueve todo lo conocido. Resulta absolutamente
escalofriante el verso con el que los Poetas Muertos abren cada sesión de su
club:
Me fui a los bosques porque quería vivir
sin prisa.
Quería vivir intensamente y sorberle todo su jugo a la vida.
Abandonar todo lo que no era la vida, para no descubrir,
en el momento de mi muerte, que no había vivido. (H.D.Thoreau)
Quería vivir intensamente y sorberle todo su jugo a la vida.
Abandonar todo lo que no era la vida, para no descubrir,
en el momento de mi muerte, que no había vivido. (H.D.Thoreau)
Keating trata de enseñar a sus
alumnos que, ante todo, se debe ser fiel a uno mismo, que deben hacer el
esfuerzo de conocerse, y que perseguir la felicidad es lo más importante. Frente
a este ideal tan romántico, se erige la realidad, compuesta por unos padres
inflexibles en la mayoría de los casos, un país creciente económicamente y una
sociedad que valora el éxito y el estatus social como mejor expresión de la
persona, además de unos profesores cómodos con el método rígido del que presume
el colegio. Y aunque el mensaje de los románticos es valioso y las intenciones
del profesor son sinceras, la realidad siempre gana, y el resultado es un final
sorprendente y trágico, acorde con las mejores historias de la literatura
romántica. Como nunca es mi interés desvelar la esencia de la historia, no
profundizaré en este aspecto, como hago habitualmente.
El libro está lleno de frases y
reflexiones que dejan huella, de esas que valen la pena anotar en una libreta.
Es un libro muy ameno y muy, muy fácil de leer. Apenas pasa de las 100 páginas,
así que los más rápidos lo leerán en un suspiro. Personalmente me parece un
libro diferente, que aporta mucho como lector y como persona. Antes de
sumergirse en las grandes épicas de la nueva literatura, échenle un vistazo a
este pequeño relato, y tal vez su visión de la vida no vuelva a ser la de
siempre.
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