Continuamos la senda literaria de este 2014 con una novela
de policías, que es todo un fenómeno literario desde su publicación. El autor,
Joël Dicker, ha sido toda una revelación, pues a sus 27 años ha encandilado a
público y crítica y ha recibido numerosos premios, entre ellos el Gran Premio
de Novela de la Academia Francesa.
Algo parecido le sucede al protagonista de su historia.
Marcus Goldman es un joven escritor de 30 años abrumado por el éxito de su
primera novela, que lo ha alzado a la lista de las más prometedoras estrellas
del panorama literario de Estados Unidos. Corre el año 2008 y llega el momento
de escribir su segunda obra, entre otras razones para cumplir con los términos
del contrato que lo liga a una de las más poderosas editoriales de Nueva York,
Schmid & Hanson, liderada por un agresivo hombre de negocios, Roy Barnaski.
Pero su buena racha parece haber llegado a su fin, pues el tiempo transcurre
inexorablemente y es incapaz de escribir una sola línea. Trastornado por la
ausencia de inspiración y después de haberlo probado todo, acude a la única
persona que sabe podrá ayudarle: su profesor de Literatura en la Universidad de
Barrows y uno de los más aclamados autores del último siglo en América, Harry
Quebert. Marcus y Harry no mantienen una relación cualquiera: desde el éxito de
Marcus apenas se han visto, pero conservan una estrecha amistad y una confianza
absoluta forjada entre las aulas de Burrows. Harry Quebert fue la persona que
en mayor medida contribuyó a hacer de Marcus el hombre prometedor, esforzado y
sincero que es, después de haberle obligado a superar una férrea obsesión con
ser el primero en todo, en ser recordado como El Formidable, aunque ello
conllevase emplear los métodos más mezquinos. Así, desesperado, Marcus recurre
a Harry para saber cómo superar el bloqueo mental que le invade y le impide
escribir. Siguiendo los consejos de Harry, se traslada a vivir con él una
temporada en la gran casa, Goose Cove, que este posee en una pequeña ciudad de
New Hampshire, Aurora, para que la cercanía del mar y la tranquilidad del
pueblo le ayuden a recuperar la concentración. Durante su estancia, Marcus
trabaja duro, y entre líneas, realiza un hallazgo sorprendente sobre su mentor:
durante el verano de 1975, Harry, que por entonces contaba con 34 años, había
mantenido una relación sentimental con una jovencita de 15 años, llamada Nola
Kellergan, que desapareció sin dejar rastro el 30 de agosto de ese mismo año. Después
de confesarle la existencia de esa relación, Marcus no tarda en regresar a
Nueva York, donde continúa con su vida y entierra en el fondo de su memoria lo
que acaba de conocer sobre la vida de su amigo. Sin embargo, unos cuantos meses
después, ocurre lo inesperado: unos jardineros descubren enterrado un cuerpo en
el jardín de Goose Cove, y todas las
evidencias indican que se trata del cadáver de Nola Kellergan. Harry Quebert es
detenido y puesto a disposición judicial, acusado de dos asesinatos y un
secuestro. La verdad sobre su relación con Nola sale a la luz, y se desencadena
todo un teatro mediático, en el que Harry es condenado de antemano y tachado de
pederasta, y el libro que lo encumbró, “Los orígenes del mal”, es retirado de
la venta y de los programas de lectura escolares ante el escándalo que supone
para la sociedad el hecho de que esté inspirado en la relación que mantuvo con
una chica a la que doblaba en edad. Marcus acude en ayuda de su amigo, que
asegura no haber cometido ningún crimen. Decide iniciar su propia
investigación, con la guía del encargado del caso, el policía Perry Gahalowood,
para demostrar que Harry es inocente y devolverle su buen nombre. Sin embargo,
Marcus no tiene un trabajo fácil por delante: han pasado más de 30 años, que
han borrado muchos recuerdos y rastros, y, no solo eso, alguien no quiere que
se sepa la verdad, tal y como prueban las amenazas que comienza a recibir.
Como suele ser habitual en mí, comencé a leer esta historia
con gran expectativa e interés, esperando que el carácter de “best-seller” se
convierta alguna vez en una historia inolvidable. Lo cierto es que me ha
gustado mucho, aunque no haya resultado ser el gran libro que siempre espero
descubrir. La historia es muy interesante y el misterio en torno a la
desaparición y asesinato de Nola Kellergen está realmente bien trabajado. Me
mantuvo pendiente de cualquier avance, y yo misma empezaba a elaborar mis
propias teorías sobre la identidad del asesino. Lo que me ha gustado de forma
especial son dos aspectos de la historia.
En primer lugar, la historia de Nola Kellergan se entrelaza
con las vidas de los más ilustres y conocidos habitantes de Aurora. Da la
sensación de que nadie es quien parece ser y de que todos, absolutamente todos,
tienen algo que esconder y que, de algún modo u otro, están relacionados con la
mala fortuna de Nola. La investigación que lleva a cabo Marcus sirve para
desentrañar la personalidad de todos esos personajes, desde la camarera del
restaurante más popular de la ciudad, hasta el jefe de policía, pasando por el
rico magnate de la ciudad de al lado. Parece que la sombra de Nola planea sobre
todos ellos, oscureciendo su existencia. El autor consigue generar un ambiente
de plena desconfianza, en el que recelamos de todos los personajes que van
surgiendo, incluso de Harry Quebert. Y lo cierto es que, después de haber
elaborado todo este escenario, me pareció muy sorprendente el final, pero no
por bueno, sino porque me supo a poco. En la investigación surgen todas las
hipótesis imaginables a medida que se averiguan más cosas de la vida de Nola y
los que la rodeaban, y, de pronto, descubrimos que el crimen no responde a
ninguna de ellas. Con todas las revelaciones que hace la investigación, una
esperaba que el asesinato de Nola hubiese sido algo premeditado, porque los
candidatos eran numerosos, y, sin embargo, resultó ser casi un accidente. La
sensación es de final demasiado fácil.
En segundo lugar, me ha parecido muy interesante el retrato
que el autor hace de la prensa y de la editorial Schmid & Hanson. En ambos
casos, los dibuja como sectores carroñeros, ávidos de sensacionalismo y
escándalo. La primera, más que estar al servicio de la verdad, parece estar al
servicio del morbo, algo que tampoco resulta una novedad hoy en día. La
segunda, especialmente por el carácter de Roy Barnaski, parece invadida por un
capitalismo voraz que ya no busca difundir la cultura y las obras de calidad,
sino que está dispuesta a publicar las cosas más insulsas si tiene garantizada
suficiente salida en el mercado. El modo de trabajo que Barnaski quiere imponer
a Marcus, sin conseguirlo, es de maquillar la verdad para que enganche al
público, de utilizar escritores fantasma si se ve incapaz de cumplir los
plazos, y otros métodos nada admirables. Las editoriales ya no sirven al arte,
sino a los accionistas, como recuerda al protagonista.
En resumen, es una novela recomendable para pasar un buen
rato. No sé si estará a la altura para los lectores más asiduos de la buena
novela policiaca, pero vale la pena echarle un vistazo. Estaremos pendientes de
este nuevo autor. ¡Hasta la próxima!
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