¡Hola, veraneantes! Aquí estoy de nuevo para presentaros la última novela de Carlos Ruiz Zafón, "El Laberinto de los Espíritus", con la que cierra la tetralogía iniciada por "La Sombra del Viento". Sus 925 páginas dan para mucho de qué hablar... ¡Vamos allá!
Valoración: Cada minuto invertido en su lectura merece la pena... aunque puede llegar a resultar un poco largo.
Te gustará si...: te atrae una historia compleja y un tanto oscura, contada con mucho arte e infinitas dosis de humor.
No te gustará si...: quieres ir al grano.



Y como siempre, el, para mí, mejor párrafo del libro:
“Uno no se da cuenta del
vacío en el que ha dejado pasar el tiempo hasta que vive de verdad. A veces la
vida, no los días quemados, es solo un instante, un día, una semana o un mes.
Uno sabe que está vivo porque duele, porque de repente todo importa y porque cuando
ese breve momento se acaba, el resto de su existencia se transforma en un
recuerdo al que intenta regresar en vano mientras le queda aliento en el
cuerpo.”
Leí “La Sombra del Viento” cuando tenía 13 años. Me impresionó y me hizo
reír tanto que este es probablemente el libro que más veces haya releído (una
costumbre que perdí con los años). Fue mi libro favorito un tiempo
considerable. La primera vez que estuve en Barcelona buscaba el rastro de la
historia, esperando descubrir hasta en las farolas la iconografía que ya ha
hecho suya. Por aquel entonces ignoraba que el autor, Carlos Ruiz Zafón,
planease convertirla en una más de las cuatro piezas que conformarían la saga “El
Cementerio de los Libros Olvidados”. Años después aparecerían “El Juego del
Ángel” y “El Prisionero del Cielo”, y este año ha llegado el punto final con “El
Laberinto de los Espíritus”.
La idea del autor, según ha explicado él mismo, es que el lector pueda
introducirse en la saga a través de cualquiera de los cuatro libros que la
conforman. El orden de publicación de las novelas no es totalmente fiel al
orden cronológico de la historia que completan y, dentro de cada tomo, aunque
la acción se sitúe en un punto temporal concreto, viajamos con frecuencia al
pasado. Por tanto, su objetivo se ve cumplido, dado que la historia no se
presenta de forma lineal. Las cuatro novelas constituyen piezas diferentes de
un gran puzzle, que seremos capaces de completar sin importar en qué orden
leamos las novelas.
La saga de “El Cementerio de los Libros Olvidados” nos acerca a la historia
vital de una familia de libreros de Barcelona, la familia Sempere, a lo largo de
la primera mitad del siglo XX. Toda su historia está marcada por la estrecha
relación que mantienen con la literatura, en todas sus formas, haciendo de esta
un personaje más de sus vidas. La trama es oscura, profundamente marcada por un
tinte gótico, con la niebla y el misterio jugando un papel muy importante. La
ciudad de Barcelona es casi un personaje en sí mismo a lo largo de toda la
saga, que hace casi suyas localizaciones como la avenida del Tibidabo, la
cárcel de Montjuic y el puerto de Barcelona.
“El Laberinto de los Espíritus”, que es la que ahora nos ocupa, es una
pieza larga, de 925 páginas, dividida en varias partes y localizada a caballo
entre Madrid y, mayoritariamente, Barcelona. La mayor parte de la acción ocurre
a finales de 1959 y principios de 1960, y la historia se centra en una investigación
llevada a cabo por Alicia Gris, una implacable agente de una suerte de
misterioso servicio de inteligencia, junto con el capitán Vargas, del cuerpo de
policía nacional, para localizar a Mauricio Valls, ministro del gobierno
franquista, aparentemente atormentado por algún fantasma de su pasado y desaparecido
en extrañas circunstancias.
A medida que se avanza en la lectura, sucede lo contrario de lo que una
esperaría: el misterio central, el de la desaparición del ministro, no solo no
parece resolverse, sino que la trama se espesa, se enreda sobre sí misma y se
divide en varias ramas que alcanzan a todos los protagonistas de la saga, tanto
los presentes en la novela como los ausentes. Como pieza final del puzzle,
todos los cabos que habían quedado sueltos en las otras tres novelas se
completan con esta, ofreciendo respuesta incluso a preguntas que los lectores
no nos habíamos ni siquiera planteado (al menos yo).
La familia Sempere, formada por Daniel, Bea, su hijo Julián y el abuelo
Sempere, vuelve a ser tan protagonista como lo es Alicia Gris, y mi adoradísimo
Fermín Romero de Torres reaparece con la misma gracia que cuando lo conocí, si
no más. El sentido del humor de Alicia y Fermín, y también de Vargas, es único,
y aunque la historia está llena de tensión y tristeza, su acidez y su sarcasmo
aporta un contrapunto cómico que induce fácilmente a la carcajada, y que se
mantiene presente en todo el libro. Aquí una muestra muy pequeña:
“-¿Puedo ayudarla en algo,
señorita?
-Eso espero. Mi nombre es Gris.
-¿Gris? ¿Usted es Gris?
-Alicia Gris. De la unidad de
Leandro Montalvo. Gris. Supongo que usted es Vargas.
El hombre asintió vagamente.
-No me habían dicho…
-Sorpresas de última hora –cortó ella-.
¿Necesita unos minutos para reponerse?”
“-Iremos a ver una de Cary Grant.
-No sé quién es.
-Es el hombre perfecto.
-¿Por qué?
-Porque no existe.”
“-No se haga ilusiones –advirtió Vargas.
-Eso ya me lo ha dicho antes.
-Es el mejor consejo que se le
puede dar a nadie en esta vida.
-Qué pensamiento más triste,
Vargas.”
“-Come usted demasiada proteína, Vargas. Le altera el carácter.”
“-Oiga, ¿usted no es el de la otra
vez? ¿No estuvo en una ocasión ya a punto de morírseme en el taxi años ha?
-Como no fuese del pestuzo que
suelta no veo cómo podría o querría yo morirme aquí. Antes me tiro del puente
de Vallcarca con La Regenta atada al cuello.”
“-¿Qué grupo sanguíneo tiene usted?
–preguntó una voz a su lado. (…)
-Cero negativo, universal y pata
negra.”
El talento narrativo de Zafón es indiscutible, tal y como el fragmento que
he situado en la portada del post deja claro. Su dominio de las palabras y el
lenguaje resulta abrumador por momentos pero lo dotan de una capacidad
inimitable para describir escenarios y, sobre todo, expresar emociones y
sentimientos. Solo por esto, cada página vale su tiempo en oro.
“Como todos los grandes encuentros, sucedió cuando menos lo esperaba.”
“Estaba por volver a casa pero decidió adentrarse en la gran nave de la
estación, aquella catedral de vapor y hierro por la que había regresado a
Barcelona una lejana noche de 1941. Siempre había creído que el destino, amén
de su afición a embestir a los inocentes por la espalda y a ser posible a
calzón quitado, gustaba de anidar en las estaciones de tren en sus pausas de
refresco. Allí empezaban o terminaban tragedias y romances, huidas y retornos,
traiciones y ausencias. La vida, se decía, es una estación de tren en la que
uno casi siempre se sube, o le suben, al vagón equivocado.”
“La gente iba y venía de sus vidas en busca del metro, la compra o el
olvido.”
“La mayoría de los mortales nunca llegamos a conocer nuestro verdadero
destino; simplemente somos atropellados por él. Para cuando levantamos la
cabeza y lo vemos alejarse por la carretera ya es tarde, y el resto del camino
lo tenemos que hacer por la cuneta de aquello que los soñadores llaman la
madurez. La esperanza no es más que la fe de que ese momento no haya llegado
todavía, de que acertemos a ver nuestro verdadero destino cuando se acerque y
podamos saltar a bordo antes de que la oportunidad de ser nosotros mismos se
desvanezca para siempre y nos condene a vivir de vacío, añorando lo que debió
ser y nunca fue.”
“Qué hermosa sería la vida si fuésemos capaces de querer a quien lo merece.”
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