“-¿Por qué
llora el abuelo? –preguntó Marga.
Maria sabía
por qué. Lloraba por Bobby y por Martin y por Jack. Por cuatro niñas de una
escuela dominical. Por Medgar Evers. Por quienes habían luchado por la
libertad, vivos y muertos.
-¿Por qué? –repitió
Marga.
-Cariño, es
una larga historia –contestó Maria.”
Y tanto, quisiera responderle yo. Así
finalizó Ken Follett, quien no necesita presentación, “El umbral de la
eternidad”, un relato de nada más y nada menos que 1.148 páginas por las que no
siempre resulta fácil transitar. Y tantas cosas se han quedado fuera de esta
historia que es casi una recopilación de los más influyentes hechos que
tuvieron lugar entre 1961 y 1989. Y, desde el punto de vista literario, el “hasta
siempre” a cinco familias de ficción cuyos antepasados, aquellos a quienes el
destino puso a vivir la primera década del siglo XX, capturaron a miles de
lectores en “La caída de los gigantes”.
Permítanme, nada más empezar, un
momento de recogimiento por aquellos grandes personajes, que me enamoraron con sus
fascinantes vidas, sus irrepetibles personalidades y una imparable fuerza de
espíritu y carácter. Iconos, auténticos ídolos para mí, que me inspiran cada
vez que vuelven a mi cabeza. Personajes inventados que seguro existieron con
otras identidades. La audaz Maud y el inteligente Walter, y su apasionada
historia de amor. La valiente y luchadora Ethel. El apuesto e inamovible Fitz,
con todos sus defectos. El revolucionario Grigori. El trabajador Gus. Y porque
los aprecio como si realmente los hubiese conocido, sus inevitables muertes
resultaron muy dolorosas. Solo las de algunos de ellos son mencionadas en el
libro y fueron para mí la despedida más triste durante esta lectura. Su
impronta siempre permanecerá.
“-Lamento
enterarme de que has estado enferma, querida mía –comentó Fitz con evidente
aprecio.
-No pienso
andarme con rodeos contigo –dijo Ethel-. No me queda mucho, es probable que no
volvamos a vernos.
-Una
tristísima noticia.
Para sorpresa
de Dave, las lágrimas resbalaron por el rostro arrugado del anciano conde, que
extrajo un enorme pañuelo blanco de su bolsillo superior para secarse los ojos.
Fue entonces cuando Dave recordó que en la anterior ocasión en que había
presenciado un encuentro similar, le había sorprendido la corriente soterrada
de emoción intensa y casi incontrolable que había percibido entre ambos.
-Me alegro de
haberte conocido, Fitz –dijo Ethel. El tono que empleó insinuaba que tal vez él
tuviera motivos para pensar lo contrario.
-¿En serio? –contestó
Fitz, y para asombro de Dave, añadió-: Nunca he querido a nadie como te he
querido a ti.
-Yo tampoco –confesó
ella, redoblando la estupefacción de su nieto-. Ahora que mi querido Bernie ya
no está, puedo decirlo. Él fue mi alma gemela, pero tú fuiste algo más.”
“-No he visto
a mi hermana ni hablado con ella desde 1919 –explicó el conde-. Estaba enfadado
con ella por haberse casado sin mi permiso, y con un alemán, además, y pasé
casi cincuenta años sin hablarle. –Su rostro ajado y desvaído reflejaba una
profunda tristeza-. Ahora es demasiado tarde para perdonarla. ¡Qué tonto he
sido! –Miró directamente a Lloyd-. Un tonto con eso y con otras cosas.”
“Grigori
Peshkov se moría. El viejo guerrero tenía ochenta y siete años, y su corazón empezaba
a fallar.”
Y dicho esto, entremos en materia. La última entrega de “The Century”
pretende facilitar la lectura y que no nos perdamos en el tiempo a través de
una división en diez partes, epílogo aparte. Cada parte se presenta con una
sola palabra y los años en los que transcurre la narración que le sigue hasta
la siguiente. El autor emplea palabras clave, haciendo referencia al
acontecimiento más trascendental de cada fragmento: “Muro” (construcción del
Muro de Berlín), “Escuchas” (espionaje al que se sometió a Martin Luther King),
“Isla” (los acontecimientos en Cuba que desencadenaron la crisis de los
misiles), “Fusil” (la violenta escapatoria de un alemán de la parte oriental), “Canción”
(los primeros pasos hacia el éxito de un grupo de pop-rock), “Flor” (la
Primavera de Praga de 1968), “Cintas” (el escándalo Watergate que desencadenó la
dimisión de Nixon), “Astillero” (el auge del movimiento sindical en Polonia), “Bomba”
(la bomba en Beirut organizada por la CIA y el gobierno estadounidense) y “Muro”
(caída del Muro de Berlín).
Esta estructuración me ha parecido no solo correcta
sino original, por la intencionalidad (y el acierto, casi siempre) con la que
el autor trata de destacar una palabra que vincule fácilmente a nuestra memoria
los hechos narrados. Una tarea nada fácil, por otra parte, pues con esta
historia queda patente el frenesí de acontecimientos políticos y sociales que
tuvieron lugar en el mundo occidental en tan solo 30 años.
En ese sentido, mi impresión de los
personajes, la tercera generación de las cinco familias originales, es que
sirven casi en exclusiva como instrumentos para, precisamente, narrar la
Historia de aquellos años. Lo que viene sucediendo en las páginas de la novela
carece de sorpresa, pues son hechos conocidos por todos, dada su relevancia
histórica, y algunos de los cuales ya hemos mencionado: el muro de Berlín, la
Guerra Fría y las crisis nucleares, el movimiento de los derechos civiles con
Martin Luther King a la cabeza, el asesinato de John Kennedy (y,
posteriormente, de King y de su hermano Bobby Kennedy), el progresivo colapso
de la URSS, la irrupción de la música pop y rock, las drogas y la cultura
hippy. Los protagonistas del relato han sido cuidadosamente caracterizados, para
empezar en lo que concierne a sus profesiones, para proporcionarnos una narración
de primera mano, dada por los que pudieron haber sido plenos testigos y participantes
de todos estos hechos: políticos, periodistas y artistas, particularmente
cantantes de pop y una actriz. Cada uno sirve como vehículo para narrar un
aspecto concreto de aquellos años, a través de sus voces:
-el político nos acerca a las
luchas de poder entre las superpotencias, entre candidatos a dirigentes y entre
gobernantes y la ciudadanía. El hecho de que uno de estos políticos sea negro
no es fortuito, sino que lo coloca cerca de las esferas del poder precisamente
para contar la lucha por los derechos civiles desde el lado de los luchadores,
para hacernos partícipes de sus sacrificios y su sufrimiento, y de todo el
empeño que debieron poner en ello, desde los Viajeros por la Libertad, hasta la
protesta no violenta, pasando por los golpes, literales, que tuvieron que
padecer en el camino.
“-Nuestro
principal escollo en el camino hacia la libertad no es el Consejo de Ciudadanos
Blancos ni el Ku Klux Klan, sino el blanco moderado, mucho más inclinado al
orden que a la justicia; el que dice una y otra vez, al igual que Bobby
Kennedy: “Estoy de acuerdo con el objetivo que persigue, pero no puedo aprobar
sus métodos”. Movido por su paternalismo, cree que puede establecer el
calendario para la libertad de otro hombre.
En ese momento
George se sintió profundamente avergonzado, puesto que al fin y al cabo él era
el mensajero de Bobby.
-Los miembros
de esta generación tendremos que lamentarnos no solo por las palabras y los
actos odiosos de las malas personas, sino por los clamorosos silencios de las
buenas –señaló King, y George tuvo que luchar para contener las lágrimas-.
Siempre es el momento propicio para hacer lo correcto. Pero corra el juicio
como las aguas y la justicia como arroyo impetuoso, dijo el profeta Amós.
Dígaselo a Bobby Kennedy, George.”
-el periodista nos guía a través de
la lucha por la libertad de prensa y de expresión en los países en los que no
existe, básicamente el bloque soviético, con consecuencias fatales para la
salud democrática de esas sociedades.
“Mientras
salía del piso, Tania se sorprendió preguntándose en qué se habían equivocado
los bolcheviques, en qué momento el idealismo y la energía del abuelo Grigori
se habían pervertido y transformado en tiranía. Se encaminó a la parada de
autobús para acudir a su cita con Vasili. Durante el trayecto, pensando en los
primeros años de la Revolución rusa, se preguntó si la decisión de Lenin de
cerrar todos los periódicos excepto los bolcheviques habría sido un error
clave, puesto que había significado que desde el mismo comienzo no pudieran
circular ideas alternativas y nunca se cuestionara el conocimiento
convencional. Gorbachov, en Stávropol, era una excepción, ya que había tenido
la oportunidad de probar algo diferente. A las personas así por lo general se
las anulaba. Tania era periodista y se sentía egocéntrica al sobrevalorar la
importancia de una prensa libre, pero le parecía que la ausencia de periódicos
facilitaba la aparición de otras formas de opresión.”
En los países en los que sí está
garantizada la libertad de prensa nos acercamos al periodismo de investigación
más genuino, que se sirve de filtraciones y chivatazos para servir de
contrapunto a los poderes del Estado.
-el artista nos permite observar el
nacimiento de una nueva cultura musical que se convierte en un
arma de protesta
y en un signo de identidad para esas generaciones, como no lo fue para ninguna
de las anteriores, y tal como se describe con gran acierto en uno de los
pasajes del libro.
“Los padres de Lili pensaban que la música era
algo frívolo. Para ellos lo único serio era la política. Sin embargo, no
alcanzaban a entender que, para Lili y su generación, la música era política,
incluso cuando las canciones hablaban de amor. Los nuevos estilos de guitarra y
de canto estaban íntimamente relacionados con llevar el pelo largo y vestir de
una forma distinta, con la tolerancia racial y la libertad sexual. Las
canciones de los Beatles o de Bob Dylan le decían a la generación anterior: “No
hacemos las cosas a vuestra manera”. Para los adolescentes de la Alemania Oriental,
aquello era un mensaje eminentemente político, cosa que el gobierno sabía y era
la razón por la que prohibía los discos.”
Ahora bien, desde un punto de vista
más personal, más intrínseco, los personajes carecen del atractivo, la fuerza y
la personalidad de los que gozaban sus antecesores. Semejan ser nada más que
títeres de los que el autor se sirve para contar la Historia, cumpliendo la
función de prototipos representantes de los colectivos que con mayor intensidad
contribuyeron a los enormes cambios que se fueron produciendo durante aquellos
años. Pero, de nuevo, sus vidas personales no consiguen seducir ni interesar en
casi ningún momento del relato.
Aparte de esto, algo que llama
poderosamente mi atención entre la caracterización de los personajes es la mala
suerte de las protagonistas femeninas en el plano amoroso. Nos encontramos en
la época de la liberalización sexual, y los personajes masculinos son plenos beneficiarios
de esa nueva corriente. Sin embargo, muchas de las mujeres que aparecen no solo
no parecen gozar tanto de la nueva moda (de algunas de ellas ni siquiera
sabemos mucho sobre este aspecto de su vida), sino que parecen
irremediablemente condenadas a permanecer solas, en contra de sus deseos. Es
curioso que todas las mujeres protagonistas hayan sufrido desengaños graves,
abandonos o pérdidas prematuras de su compañero de vida. Una coincidencia a la
que no le encuentro explicación en el relato, si es que la tiene.
En cuanto a los personajes reales,
por las páginas no hace más que desfilar una lista interminable de hombres
ilustres, que pasaron a la Historia por los cargos que ocuparon y las
maravillas o atrocidades que cometieron, según el caso. Indiscutiblemente, se
trata de un momento de la Historia plagado de grandes nombres, como son los
hermanos Kennedy, Martin Luther King o Mijail Gorbachov. La historia personal
de los primeros resulta escalofriante, pues, tristemente, acabaron alcanzando
celebridad no solo por sus logros como políticos o ídolos sociales sino por la
repercusión y el impacto de sus asesinatos. Se trató de un momento
tremendamente convulso en la historia de los Estados Unidos y que debió de
haber impactado de manera memorable en el ánimo de la población y especialmente
en aquellos colectivos que habían depositado en ellos sus mayores esperanzas de
cambio y progreso, que veían cómo los líderes llamados a construir el futuro
eran eliminados de uno en uno.
“De pronto, en
un relámpago de terror, George vio una pistola en la mano del joven.
Era un pequeño
revólver negro de cañón corto.
El hombre
apuntó con la pistola a la cabeza de Bobby.
George abrió
la cabeza para gritar, pero el disparo resonó primero.
La pequeña
arma emitió un ruido más parecido al corcho de una botella al abrirse que a un
estallido.
Bobby se llevó
las manos a la cara, se tambaleó hacia atrás y luego cayó al suelo de cemento.
-¡No! ¡No! –gritó
George.
Aquello no
podía estar sucediendo… ¡No podía estar sucediendo otra vez!”.
Pero no cabe duda de que el
personaje fundamental de la novela es la Libertad: de prensa, de pensamiento,
de religión, de ideología, de movimiento, de expresión. La libertad para los
negros en Estados Unidos. La libertad para los habitantes de la URSS. La
libertad para los hippies. La libertad como un sueño que pasa a ser realidad
con esfuerzo, superación y un incasable trabajo de la humanidad a lo largo de
los años. El anhelo de libertad es lo que más se refleja en las páginas de este
relato.
En cuanto a los aspectos técnicos,
la novela resulta, como ya he comentado, infructuosamente larga. La Historia es
densa, y cuánto, y no son pocos los momentos ni los lugares que abarca el
relato. La narración intenta ser fluida, pero en muchos casos me vi sumida en
el aburrimiento y la monotonía, sobre todo cuando viajamos a la política de la
URSS, que es tediosa e inútil en la mayoría de los casos. El hecho de que los
personajes no me hayan transmitido nada como personas ha agudizado la sensación
de vacío que sentía en muchos momentos. Y todo ello aderezado con repeticiones
y excesivos formalismos, que me hizo cuestionarme la rigurosidad de la
traducción. No es habitual encontrarse expresiones como “la despidió con un
gesto de la mano” dos veces en la misma página, entre otras meteduras de pata.
Tuve el gusto de ver a Ken Follett
en persona el día de Sant Jordi y conseguir un ejemplar de esta novela firmado
por él. Estaba expectante y deseosa de sumergirme en la novela y disfrutar de
ella, como he podido hacer con todas sus otras obras. Las impresiones
personales que he ido desgranando han edulcorado bastante la lectura y, en
conjunto, me ha parecido una decepcionante despedida de una trilogía que tantos
buenos momentos me hizo pasar.
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