Con esta espectacular novela, el talentoso autor
británico Ken Follett inicia la saga “The Century” a través de la cual pretende
elaborar un retrato de un periodo de la historia tan asombroso y determinante
como lo fue el Siglo XX. El principal instrumento del que hará uso serán las
vivencias personales de cinco familias diferentes en nacionalidad, origen
social e inquietudes, a lo largo de la década en la que también estalla la
Primera Guerra Mundial. La familia Dewar, de procedencia estadounidense y con
una importante tradición en cuanto a presencia en el Senado, nos hace
partícipes del cada vez mayor protagonismo de los Estados Unidos en el
concierto mundial. La antigua familia Fitzherbert, de origen escocés,
representará a una clase aristocrática que mantiene arraigado un sentimiento de
superioridad con respecto a las demás clases sociales, pero será testigo del
inicio de su decadencia con la Primera Guerra Mundial; una familia cuyo destino
se ve ineludiblemente unido al de otra familia, los galeses Williams, imagen
perfecta de la clase minera de Gales, cuyo mal pagado trabajo en las minas del
carbón alimenta la fortuna y el poder de la familia Fitzherbert. Por otro lado
tenemos a la familia alemana, el clan Von Ulrich, con importantes puestos
diplomáticos en diferentes embajadas de su país y, por último, a la familia
rusa Peshkov, compuesto inicialmente por nada más que dos hermanos huérfanos
víctimas como tantos de la brutalidad de un régimen zarista que contempla sus
últimos coletazos sin ser aún consciente de su sentencia de muerte.
La Europa que desgrana Ken Follett en este tomo es
una Europa absolutamente cambiante, revolucionaria en todos los sentidos del
término, transformadora de costumbres y organizaciones sociales y económicas,
inmersa en un imparable proceso de modernización. El autor nos muestra el
continuo choque de intereses que se produce entre las diferentes clases
sociales: mientras la aristocracia inglesa pugna por mantener, sino
engrandecer, su dominio político y económico, y trata de perpetuar una política
imperialista y colonial que empieza a agotarse, el incipiente proletariado,
representado especialmente por los mineros galeses (o por los trabajadores de
la fábrica rusa) lucha por sus derechos como clase trabajadora, desde un
salario y condiciones dignas hasta tener representación en los órganos de
gobierno, monopolizados por la clase alta. Somos también testigos de la
durísima batalla por el sufragio femenino, una cuestión que mantiene dividida
no solo a la sociedad, sino también a los partidos políticos que apoyan su
aprobación pero que no consiguen definir los objetivos exactos de la propuesta,
e incluso a las propias mujeres.
En lo que se refiere al campo de batalla
propiamente dicho, los completos protagonistas son la Revolución Rusa de 1917 y
la Primera Guerra Mundial, que estalla un año después y que se alargaría cuatro
años. Sin duda toda guerra es un acontecimiento duro y brutal, todo un trauma
para la sociedad que la vive, pero mientras que la primera contienda era
prácticamente inevitable y, casi se podría decir, necesaria, para que el pueblo
ruso se liberara del yugo de un sistema que mantenía a la población sumida en
la más absoluta de las miserias, el autor parece decirnos, aunque se trata esta
de una reflexión totalmente personal, que la Primera Guerra Mundial era todo lo
contrario a la Revolución Rusa, es decir, absurda, innecesaria y evitable. El
autor nos brinda la ocasión de aproximarnos al complejo entramado de
negociaciones políticas y diplomáticas que se mantuvo con el objetivo de evitar
llegar a la guerra, un objetivo que parecía más deseado por unas naciones que
por otras y que, con su fracaso, arrastró a Europa a una guerra sangrienta que
se cobró millones de vidas. Se trató esta de una guerra imperialista, cuyo
único propósito era demostrar la supremacía de cada nación sobre las demás
mediante batallas interminables e infanterías constantemente arrasadas que
permitiesen aguantar luchando el máximo tiempo posible, con la esperanza de que
al enemigo se le acabasen las municiones y los recursos humanos antes. Ni
siquiera cuando se pone punto final a la contienda esta se hace inmune: con la
firma del Tratado de Versalles y el establecimiento de sanciones a la nación
derrotada, Alemania, se pone la primera piedra para una segunda guerra aún más
devastadora que la anterior, y que será protagonista de la segunda entrega de
“The Century”.
Consigue una vez más Ken Follett transportarnos y
vivir aquellos acontecimientos como si lo hiciéramos de primera mano, con su
inimitable capacidad para envolver al lector en la narración, a través de
personajes únicos, tan complejos como la propia sociedad a la que representan,
perfectamente dibujados con sus diálogos y acciones individuales y llenos de
matices, cada uno de los cuales sabiamente explotados por el autor. Como
siempre, la ambientación y el decorado son magníficos, y la historia,
arrebatadora. Preparaos para sufrir hasta lo indecible con unos personajes que
nos darán mucho más que hablar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario