Este verano decidí regalarle a mi madre un libro por su
cumpleaños. Como no tenía ninguna idea clara, eché un vistazo en blogs y foros y, abrumada por las excelentes críticas que le prodigaban en todas
partes, finalmente escogí este libro, obra de una autora alemana que publica
sus obras bajo el seudónimo de Sarah Lark.
La historia comienza a desarrollarse en la Inglaterra de
mediados del siglo XIX, con dos protagonistas muy diferentes entre sí. En
Londres reside la recta y disciplinada Helen, personificación de la moral
recatada y muy poco aficionada a los escándalos de la época, que se gana la
vida como institutriz en la casa de un próspero comerciante, educando a los dos
hijos de este y manteniendo con su sueldo a su perezoso hermano. En Powys, en
la bella región de Gales, vive Gwyneira, la hija menor de un lord y una lady al
más puro estilo británico, emparentados con la vieja nobleza, dueños de una
considerable extensión de tierras y pastos en la que desarrollan su negocio,
muy habitual en esa zona: la cría de ovejas. Lo que se viene conociendo por el afectado nombre de "gentlemanfarmer". Gwyneira, más joven que Helen, es
la antítesis de esta: activa, curiosa, con ansias de aventura y de comerse el
mundo. El punto de partida de la historia es la irrupción del matrimonio en la
vida de ambas mujeres. Helen, que con sus veintipico años y su inexistente dote
ya sería considerada una solterona con muy pocas posibilidades de encontrar un
marido aceptable, decide responder a la muy poco habitual solicitud que lee en
el periódico parroquial: colonos residentes en Nueva Zelanda buscan esposa en
su vieja patria, dado el escaso número de mujeres occidentales y solteras que poblaban
aquel país. Consciente de su situación, y desesperada ante el deseo de formar
su propia familia, viendo cómo el tiempo de llevar a cabo ese propósito pasaba de largo, decide unirse al “programa” de matrimonio y rezar para que respondiera
a sus misivas un hombre bueno y decente. Eso sí, no da un solo paso sin antes
contar con el visto bueno y la garantía por parte de la parroquia de que todo
el proceso se haría en la más estricta decencia y moral cristiana. Gwyneira por
su parte, que no había dedicado ni un minuto de su tiempo a pensar en el
matrimonio, puesto que para eso ya se bastaban sus propios padres, se encuentra
que, de la noche a la mañana, su padre ha prometido su mano al hijo de un
importante “barón de la lana” de procedencia inglesa y residente en Nueva
Zelanda, cuyo padre se encontraba en casa de los Silkham, familia de Gwyneira,
realizando una compra de animales para su propia granja. Este, Gerard Warden,
impresionado por la belleza, animosidad e inteligencia de la joven, decide
jugarse a las cartas la mano de la muchacha para ofrecer a su hijo, que tampoco
parece preocuparse demasiado por la cuestión matrimonial, un casamiento
ventajoso con una joven de buena familia inglesa. Puesto que Helen recibe
contestación de un tal Howard O´Keefe que parece arder en deseos de casarse con
ella y que Gwyneira decide aceptar la solicitud de matrimonio con Lucas Warden,
ambas se embarcarán en el Dublin, que las habrá de llevar hacia la desconocida
tierra de Nueva Zelanda. En el barco, ambas mujeres se conocen y, unidas por la
similitud de destinos, forjan una amistad que las acompañará a lo largo de toda
su vida.
A medida que avanzaba en su lectura, sentía que las
maravillosas opiniones que había leído sobre el libro comenzaban a pesar sobre
mí, y una vez que llegué al punto final, cosa que no me resultó precisamente
fácil, confirmé lo que venía sintiendo durante la lectura: no es, desde luego,
lo que me esperaba. En conjunto, la historia resulta entretenida, si se ve con
la suficiente perspectiva. Si bien tiene aspectos positivos, como las
descripciones del impresionante paisaje neozelandés (que, aun así, me parecen
poco precisas en muchos casos), que invitan a visitar el país, o los diálogos trepidantes, me resultó bastante
costoso avanzar en la lectura. En la mayoría de las veces, me pareció demasiado
lento, con poco ritmo, como si la historia se desarrollase a trompicones. Hay
puntos de máxima “tensión” que invitan a seguir leyendo pero, personalmente,
fueron más los momentos de pesadez que de emoción. Básicamente, siento que la
historia consigue por instantes captar nuestra atención, pero nunca llega a
sorprenderme. Quizá las obras
maestras de Ken Follett hayan dejado una impronta tan potente en mi cabeza que
cualquier historia de cierto carácter épico e histórico, como es este caso,
resuena a vacío al comparla con las de este gran autor. Es como si
estuviese todo visto, pero a un nivel muy inferior: la heroína, el héroe, el
villano, la víctima, la gran historia de amor… Suena a canción ya conocida,
pero sin el dominio literario ni la magnificencia de otras grandes historias.
Evidentemente, se trata de una opinión muy personal que, además, estará
influida, como digo, por los libros que cada uno haya leído con
anterioridad porque, sin duda,
determinan lo que uno espera de las historias. Es lo malo de los libros de Ken
Follett: todo lo demás sabe a poco.
Creo que es un libro que puede gustar a todos los que
sean aficionados a las historias de amor-aventuras, y especialmente si os
atraen las protagonistas femeninas, que siempre dan mucho juego en este tipo de
historias. Es un libro adecuado para descansar la cabeza, si se busca algo
medianamente entretenido pero no de una dificultad alta. También puede resultar
interesante para quien le apetezca empezar una saga de este estilo, ya que es
el primero de tres libros. Visto el resultado de este, y que las críticas de
los otros dos eran bastante peores que la de este primer tomo, no sé si tendré
ganas de afrontar la lectura de los otros dos en algún momento. Quizá, como en
muchas otras ocasiones, acabe ganando la mera curiosidad por saber por dónde
continuará la historia.
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