Nos adentramos en la emocionante segunda novela de Luz Gabás, "Regreso a tu piel".
Algunos fragmentos de la novela:
“Brianda sentía que debía amarlo para cuando no
hubiera torre que los apartara del resto del mundo a plena luz del día; para
cuando regresara el vértigo de su culpabilidad y su desconcierto por su súbito
enamoramiento, tan antiguo como las tumbas del cementerio, los monasterios, las
casas, las iglesias, los doseles tallados, los sillares de los muros y los
adornos de boj de escritorios de diminutas columnas sobre los que se inclinaron
otros como ellos, con sus propios miedos y esperanzas, angustias, deseos y
frustraciones, antes, mucho antes, de que ella cabalgara junto a Corso a lomos
de un negro frisón.
Debía
amarlo porque, sin saber la razón, sentía que tenía que recuperar el tiempo perdido.”
“¿Y
qué no haría ella por la duración indefinida de su vida si le hubiera pasado
aquello? Y eso que no lo sabía todo, porque el diario terminaba abruptamente
planteándole otros interrogantes…
Pero
solo con lo que había leído, tenía claro que haría como la joven que había
dejado escritas, sobre páginas de pergamino, pinceladas de sus miedos, sus
dudas, sus odios y sus anhelos.
Pensaría
las palabras precisas y las pronunciaría con la absoluta convicción de que,
traspasando los límites de la razón, del entendimiento, de lo cognoscible y de
lo perceptible, hurgaría en mentes ajenas, inquietaría corazones, se apoderaría
de cuerpos sanos y los abandonaría descompuestos en un eterno retorno, en una
incesante repetición, hasta dar por fin con aquel a quien anunciaría:
-Regreso
a tu piel.”
“Dudaba
que Tiles fuera algún día un lugar gratamente recordado por su mente. Dudaba
que Tiles permaneciera engarzado en su corazón como la piedra preciosa de un
anillo. En su caso, los buenos momentos vividos junto a Brianda nunca
conseguirían eclipsar los malos, ni siquiera ocultarlos tras una ligera bruma
de resignada melancolía.
Su
ira nunca desaparecería.
Alerta,
prestaría atención cada día a cualquier señal de que el alma de su amada no lo
había abandonado por completo.
Una
ráfaga de aire sobre la hierba. Un crujido a su lado. Un escalofrío. Un susurro
en la noche. Una rama golpeando la ventana…
Y
maldeciría todos los días de su vida, allí donde estuviera, porque su cuerpo
mortal tuviera que vivir sin ella.”