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domingo, 30 de julio de 2017

"El laberinto de los espíritus", Carlos Ruiz Zafón

¡Hola, veraneantes! Aquí estoy de nuevo para presentaros la última novela de Carlos Ruiz Zafón, "El Laberinto de los Espíritus", con la que cierra la tetralogía iniciada por "La Sombra del Viento". Sus 925 páginas dan para mucho de qué hablar... ¡Vamos allá!

Valoración: Cada minuto invertido en su lectura merece la pena... aunque puede llegar a resultar un poco largo.
Te gustará si...: te atrae una historia compleja y un tanto oscura, contada con mucho arte e infinitas dosis de humor. 
No te gustará si...: quieres ir al grano. 


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Y como siempre, el, para mí, mejor párrafo del libro:

“Uno no se da cuenta del vacío en el que ha dejado pasar el tiempo hasta que vive de verdad. A veces la vida, no los días quemados, es solo un instante, un día, una semana o un mes. Uno sabe que está vivo porque duele, porque de repente todo importa y porque cuando ese breve momento se acaba, el resto de su existencia se transforma en un recuerdo al que intenta regresar en vano mientras le queda aliento en el cuerpo.”


Leí “La Sombra del Viento” cuando tenía 13 años. Me impresionó y me hizo reír tanto que este es probablemente el libro que más veces haya releído (una costumbre que perdí con los años). Fue mi libro favorito un tiempo considerable. La primera vez que estuve en Barcelona buscaba el rastro de la historia, esperando descubrir hasta en las farolas la iconografía que ya ha hecho suya. Por aquel entonces ignoraba que el autor, Carlos Ruiz Zafón, planease convertirla en una más de las cuatro piezas que conformarían la saga “El Cementerio de los Libros Olvidados”. Años después aparecerían “El Juego del Ángel” y “El Prisionero del Cielo”, y este año ha llegado el punto final con “El Laberinto de los Espíritus”.

La idea del autor, según ha explicado él mismo, es que el lector pueda introducirse en la saga a través de cualquiera de los cuatro libros que la conforman. El orden de publicación de las novelas no es totalmente fiel al orden cronológico de la historia que completan y, dentro de cada tomo, aunque la acción se sitúe en un punto temporal concreto, viajamos con frecuencia al pasado. Por tanto, su objetivo se ve cumplido, dado que la historia no se presenta de forma lineal. Las cuatro novelas constituyen piezas diferentes de un gran puzzle, que seremos capaces de completar sin importar en qué orden leamos las novelas.

La saga de “El Cementerio de los Libros Olvidados” nos acerca a la historia vital de una familia de libreros de Barcelona, la familia Sempere, a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Toda su historia está marcada por la estrecha relación que mantienen con la literatura, en todas sus formas, haciendo de esta un personaje más de sus vidas. La trama es oscura, profundamente marcada por un tinte gótico, con la niebla y el misterio jugando un papel muy importante. La ciudad de Barcelona es casi un personaje en sí mismo a lo largo de toda la saga, que hace casi suyas localizaciones como la avenida del Tibidabo, la cárcel de Montjuic y el puerto de Barcelona.

“El Laberinto de los Espíritus”, que es la que ahora nos ocupa, es una pieza larga, de 925 páginas, dividida en varias partes y localizada a caballo entre Madrid y, mayoritariamente, Barcelona. La mayor parte de la acción ocurre a finales de 1959 y principios de 1960, y la historia se centra en una investigación llevada a cabo por Alicia Gris, una implacable agente de una suerte de misterioso servicio de inteligencia, junto con el capitán Vargas, del cuerpo de policía nacional, para localizar a Mauricio Valls, ministro del gobierno franquista, aparentemente atormentado por algún fantasma de su pasado y desaparecido en extrañas circunstancias.

A medida que se avanza en la lectura, sucede lo contrario de lo que una esperaría: el misterio central, el de la desaparición del ministro, no solo no parece resolverse, sino que la trama se espesa, se enreda sobre sí misma y se divide en varias ramas que alcanzan a todos los protagonistas de la saga, tanto los presentes en la novela como los ausentes. Como pieza final del puzzle, todos los cabos que habían quedado sueltos en las otras tres novelas se completan con esta, ofreciendo respuesta incluso a preguntas que los lectores no nos habíamos ni siquiera planteado (al menos yo).

La familia Sempere, formada por Daniel, Bea, su hijo Julián y el abuelo Sempere, vuelve a ser tan protagonista como lo es Alicia Gris, y mi adoradísimo Fermín Romero de Torres reaparece con la misma gracia que cuando lo conocí, si no más. El sentido del humor de Alicia y Fermín, y también de Vargas, es único, y aunque la historia está llena de tensión y tristeza, su acidez y su sarcasmo aporta un contrapunto cómico que induce fácilmente a la carcajada, y que se mantiene presente en todo el libro. Aquí una muestra muy pequeña:

“-¿Puedo ayudarla en algo, señorita?
-Eso espero. Mi nombre es Gris.
-¿Gris? ¿Usted es Gris?
-Alicia Gris. De la unidad de Leandro Montalvo. Gris. Supongo que usted es Vargas.
El hombre asintió vagamente.
-No me habían dicho…
-Sorpresas de última hora –cortó ella-. ¿Necesita unos minutos para reponerse?”

“-Iremos a ver una de Cary Grant.
-No sé quién es.
-Es el hombre perfecto.
-¿Por qué?
-Porque no existe.”

“-No se haga ilusiones –advirtió Vargas.
-Eso ya me lo ha dicho antes.
-Es el mejor consejo que se le puede dar a nadie en esta vida.
-Qué pensamiento más triste, Vargas.”

“-Come usted demasiada proteína, Vargas. Le altera el carácter.”

“-Oiga, ¿usted no es el de la otra vez? ¿No estuvo en una ocasión ya a punto de morírseme en el taxi años ha?
-Como no fuese del pestuzo que suelta no veo cómo podría o querría yo morirme aquí. Antes me tiro del puente de Vallcarca con La Regenta atada al cuello.”

“-¿Qué grupo sanguíneo tiene usted? –preguntó una voz a su lado. (…)
-Cero negativo, universal y pata negra.”

El talento narrativo de Zafón es indiscutible, tal y como el fragmento que he situado en la portada del post deja claro. Su dominio de las palabras y el lenguaje resulta abrumador por momentos pero lo dotan de una capacidad inimitable para describir escenarios y, sobre todo, expresar emociones y sentimientos. Solo por esto, cada página vale su tiempo en oro.

“Como todos los grandes encuentros, sucedió cuando menos lo esperaba.”

“Estaba por volver a casa pero decidió adentrarse en la gran nave de la estación, aquella catedral de vapor y hierro por la que había regresado a Barcelona una lejana noche de 1941. Siempre había creído que el destino, amén de su afición a embestir a los inocentes por la espalda y a ser posible a calzón quitado, gustaba de anidar en las estaciones de tren en sus pausas de refresco. Allí empezaban o terminaban tragedias y romances, huidas y retornos, traiciones y ausencias. La vida, se decía, es una estación de tren en la que uno casi siempre se sube, o le suben, al vagón equivocado.”

“La gente iba y venía de sus vidas en busca del metro, la compra o el olvido.”

“La mayoría de los mortales nunca llegamos a conocer nuestro verdadero destino; simplemente somos atropellados por él. Para cuando levantamos la cabeza y lo vemos alejarse por la carretera ya es tarde, y el resto del camino lo tenemos que hacer por la cuneta de aquello que los soñadores llaman la madurez. La esperanza no es más que la fe de que ese momento no haya llegado todavía, de que acertemos a ver nuestro verdadero destino cuando se acerque y podamos saltar a bordo antes de que la oportunidad de ser nosotros mismos se desvanezca para siempre y nos condene a vivir de vacío, añorando lo que debió ser y nunca fue.”

“Qué hermosa sería la vida si fuésemos capaces de querer a quien lo merece.”

Es una novela para leer con calma, para retroceder en las páginas, casi para tomar anotaciones, y así poder ir construyendo la historia de los Sempere en nuestra imaginación. Es una novela para disfrutar, para deleitarse en la prosa y para reflexionar. Una puerta de entrada a una saga de la que ya nunca podrás volver a salir.     




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