SINOPSIS:
Un viejo campesino calabrés llega a casa de sus
hijos en Milán para someterse a una revisión médica. Allí descubre su último
afecto, una criatura en la que volcar toda su ternura: su nieto, que se llama
Bruno, como a él le llaman sus camaradas partisanos. Y vive también su última
pasión: el amor de una mujer que iluminará la etapa final de su vida
concediéndole toda su plenitud.
¿Es difícil que un
adolescente llegue a adorar una novela protagonizada por un anciano que intenta
mantener toda su dignidad mientras sufre una enfermedad que es previsiblemente
terminal? Así, a primeras, parece que sí. No digamos ya si el susodicho anciano
es un cascarrabias, que se pasa buena parte del día añorando su casa y
quejándose de todas las cosas malas que los tiempos modernos han traído a
nuestra sociedad, desde el pan congelado hasta los biberones.
Pues José Luis Sampedro
lo consiguió.
Si tuviera que decir dos
palabras clave, siendo esto siempre difícil con un libro que nos ha apasionado,
serían VIDA y MUERTE. Así, en mayúsculas, porque la historia bien se las
merece. Salvatore Roncone es un hombre que ha vivido plenamente y que se
enfrenta a la muerte con toda la entereza que su experiencia y su sabiduría le
proporcionan. Pero suele suceder que los más duros en apariencia son los que
tienen un interior más sensible, los que más capacidad tienen para admirar los,
cómo no, grandes milagros de la vida. Será una nueva vida llamada Bruno la que
ponga a prueba la fortaleza de este abuelo.
Absolutamente tierna
desde el principio hasta el final, uno puede descubrir, de repente, que está
leyendo con una sonrisa boba en la cara. Una historia que, sin ninguna duda,
apela a lo mejor de nosotros.
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