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martes, 4 de junio de 2013

"La caída de los gigantes", Ken Follett

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Con esta espectacular novela, el talentoso autor británico Ken Follett inicia la saga “The Century” a través de la cual pretende elaborar un retrato de un periodo de la historia tan asombroso y determinante como lo fue el Siglo XX. El principal instrumento del que hará uso serán las vivencias personales de cinco familias diferentes en nacionalidad, origen social e inquietudes, a lo largo de la década en la que también estalla la Primera Guerra Mundial. La familia Dewar, de procedencia estadounidense y con una importante tradición en cuanto a presencia en el Senado, nos hace partícipes del cada vez mayor protagonismo de los Estados Unidos en el concierto mundial. La antigua familia Fitzherbert, de origen escocés, representará a una clase aristocrática que mantiene arraigado un sentimiento de superioridad con respecto a las demás clases sociales, pero será testigo del inicio de su decadencia con la Primera Guerra Mundial; una familia cuyo destino se ve ineludiblemente unido al de otra familia, los galeses Williams, imagen perfecta de la clase minera de Gales, cuyo mal pagado trabajo en las minas del carbón alimenta la fortuna y el poder de la familia Fitzherbert. Por otro lado tenemos a la familia alemana, el clan Von Ulrich, con importantes puestos diplomáticos en diferentes embajadas de su país y, por último, a la familia rusa Peshkov, compuesto inicialmente por nada más que dos hermanos huérfanos víctimas como tantos de la brutalidad de un régimen zarista que contempla sus últimos coletazos sin ser aún consciente de su sentencia de muerte.

La Europa que desgrana Ken Follett en este tomo es una Europa absolutamente cambiante, revolucionaria en todos los sentidos del término, transformadora de costumbres y organizaciones sociales y económicas, inmersa en un imparable proceso de modernización. El autor nos muestra el continuo choque de intereses que se produce entre las diferentes clases sociales: mientras la aristocracia inglesa pugna por mantener, sino engrandecer, su dominio político y económico, y trata de perpetuar una política imperialista y colonial que empieza a agotarse, el incipiente proletariado, representado especialmente por los mineros galeses (o por los trabajadores de la fábrica rusa) lucha por sus derechos como clase trabajadora, desde un salario y condiciones dignas hasta tener representación en los órganos de gobierno, monopolizados por la clase alta. Somos también testigos de la durísima batalla por el sufragio femenino, una cuestión que mantiene dividida no solo a la sociedad, sino también a los partidos políticos que apoyan su aprobación pero que no consiguen definir los objetivos exactos de la propuesta, e incluso a las propias mujeres.
En lo que se refiere al campo de batalla propiamente dicho, los completos protagonistas son la Revolución Rusa de 1917 y la Primera Guerra Mundial, que estalla un año después y que se alargaría cuatro años. Sin duda toda guerra es un acontecimiento duro y brutal, todo un trauma para la sociedad que la vive, pero mientras que la primera contienda era prácticamente inevitable y, casi se podría decir, necesaria, para que el pueblo ruso se liberara del yugo de un sistema que mantenía a la población sumida en la más absoluta de las miserias, el autor parece decirnos, aunque se trata esta de una reflexión totalmente personal, que la Primera Guerra Mundial era todo lo contrario a la Revolución Rusa, es decir, absurda, innecesaria y evitable. El autor nos brinda la ocasión de aproximarnos al complejo entramado de negociaciones políticas y diplomáticas que se mantuvo con el objetivo de evitar llegar a la guerra, un objetivo que parecía más deseado por unas naciones que por otras y que, con su fracaso, arrastró a Europa a una guerra sangrienta que se cobró millones de vidas. Se trató esta de una guerra imperialista, cuyo único propósito era demostrar la supremacía de cada nación sobre las demás mediante batallas interminables e infanterías constantemente arrasadas que permitiesen aguantar luchando el máximo tiempo posible, con la esperanza de que al enemigo se le acabasen las municiones y los recursos humanos antes. Ni siquiera cuando se pone punto final a la contienda esta se hace inmune: con la firma del Tratado de Versalles y el establecimiento de sanciones a la nación derrotada, Alemania, se pone la primera piedra para una segunda guerra aún más devastadora que la anterior, y que será protagonista de la segunda entrega de “The Century”.

Consigue una vez más Ken Follett transportarnos y vivir aquellos acontecimientos como si lo hiciéramos de primera mano, con su inimitable capacidad para envolver al lector en la narración, a través de personajes únicos, tan complejos como la propia sociedad a la que representan, perfectamente dibujados con sus diálogos y acciones individuales y llenos de matices, cada uno de los cuales sabiamente explotados por el autor. Como siempre, la ambientación y el decorado son magníficos, y la historia, arrebatadora. Preparaos para sufrir hasta lo indecible con unos personajes que nos darán mucho más que hablar. 

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